martes, 17 de septiembre de 2013

El precio de tu alimentación. ¿Es la paleodieta una ruina?

Confusiones
Hoy me acordaba de mi último tropezón mayúsculo. No en un acto de tortura, sino en un momento de reflexión. En ocasiones como esa, uno piensa en los costes (no sólo económicos) de la comida que no es comida.

He tenido un día muy movido y probablemente esta entrada quede un poco rara porque quiero contar muchas cosas y tengo poco tiempo, pero ahí vamos.

El día del tropezón me atacó mi atracción por los helados, quizás la única comida neolítica que a veces se me antoja (aunque igualmente ignoro). Así que fui de cabeza a un McDonald's a por un McFlurry de Crunchies y este va a servir de ejemplo. Es verdad que no se le debería llamar helado a "eso", lo sé.

Primero, me gustaría aclarar una cosa. Cada vez que se habla de obesidad, de comida basura o de mala alimentación, esta cadena americana se lleva todos los titulares. Mi posición al respecto es que es una empresa que, como cualquier otra, busca su beneficio, ya que está para hacer dinero. Por eso crea comida adictiva. Pero de ahí a echarle la culpa de todos los males, tampoco me parece justo. Tanta culpa tienen ellos como la tiene el chino que hay a la vuelta de la esquina o la señora del ultramarinos de toda la vida, aunque pensemos que sus cereales integrales o sándwiches de atún son más sanos que un Big Mac. No defiendo a McDonald's ni tengo acciones de la empresa. Simplemente me parece injusto que se lleven todos los ataques. Dejaron de usar grasa saturada para freír y bajaron las calorías de sus menús para seguir lo que mandaban las creencias populares. Igual que uno no va al cine, a esquiar o de vacaciones todos los días, tampoco debe frecuentar los sitios de comida rápida. Cada cosa tiene su tiempo. Evidentemente es mejor no ir nunca, pero en Londres hay cientos de estos establecimientos y jamás he visto a nadie coaccionando a los viandantes para que entrasen a consumir. Es nuestro libre albedrío el que nos permite elegir una comida u otra y visitar un restaurante o tienda en detrimento de otros. La educación proviene de casa, de un día a día, y no de un cartel de colores que vemos de repente en la carretera. Creo que queda claro mi punto de vista.

Siguiendo ahora con la historia y el ejemplo del macflagüer de cranchis, veamos su precio: £0,99. Al cambio, 1,19€. Es decir, que por poco más de 1 euro tienes un helado de un tamaño bastante mayor de lo habitual, que incluye en el nombre un producto de una marca ajena (e implica un sobrecoste), que te sirven en persona (genera una actividad por parte de un empleado) y te llevas un vaso de cartón con tapa y cuchara de plástico (aunque sea despreciable, estos utensilios también suponen un aumento del precio). No hablamos de un producto de calidad pero aún así, el precio es irrisorio. Lo que no es tan trivial es que probablemente cuando lo termines tendrás ganas de otro, o de un artículo distinto que has visto en los letreros o en la mesa de al lado.

Ahora, por otro lado, vamos a prepararnos una buena ensalada. Vamos a darlo todo y nos gastamos 3€ en verduras y otros 3€ en salmón ahumado. "¡Joder, 6 lereles pa una ensalada! ¡Si es que comer paleo es más caro que alojarse en el Ritz!". Sí, a primera vista cualquiera pensaría lo mismo, pero ¿es cierto? Desde una visión inmediata, está claro que la alimentación paleolítica es cara y a muchos les parece, además, complicada.

A menudo se comenta que ser paleo no es un sprint, sino una maratón. Esto significa que no se trata de hacer todo bien en un periodo corto, sino de ser coherentes de forma continua, más como la tortuga que como la liebre. Además, la prisa implica acabar exhaustos, estresados y con posterior necesidad de recuperación. La constancia es la clave.

Poniendo la constancia en el contexto de la alimentación, veamos cómo funciona un menú de McDonald's y la ensalada que comentábamos arriba. Si echas cuentas verás que el precio de ambos es similar, incluso si preparas un menú similar en tu casa, aunque algo claro que ahorrarás.

Caso 1: Big Mac con patatas (680 kCal en total) más refresco. "¡Uhm, qué bueno! Aaaaahhhhmmmmmm ahhhhhh uhhhhmmmmmmmm". Momento Homer Simpson. Felicidad. Y dos o tres horas más tarde estarás deseando comer algo más, tomar un café para que de energía o sentirás un bajón de ánimos o tendrás mal humor. Y pensarás en lo bien que te sentías con tu Big Mac y tus patatas y querrás ir a por otro. Lo peor de la historia no es sólo la adicción, sino que realmente no te has nutrido. Has masticado, ensalivado (lo justo) y tragado tu comida, pero excepto proteínas, le has aportado más bien poco a tu cuerpo. De hecho, algunos científicos empiezan a considerar la obesidad más como una carencia que una falta. Es una carencia nutricional. Esto se debe a que la obesidad suele estar ligada al consumo de comida poco nutritiva, y que provoca señales en el cuerpo que inducen a comer más. ¡Si es que tiene lógica! Pensamos que el coche no anda porque el tanque de gasolina está tan lleno que pesa demasiado, pero lo que ocurre es que esa gasolina estorba más que aporta y el coche no anda porque esa gasolina no sirve, así que ¡quiere más!

Caso 2: Ensalada de verduras variadas y salmón (seamos muy, muy generosos con el aceite y pongamos 600 kCal). Mientras comes, acostumbrado/a a los sabores reales, te das cuenta de la textura y sustancia que aporta cada elemento, la suavidad del salmón, un trozo crujiente de cebolla, la hoja húmeda de lechuga o el pimiento dulce en la boca. No es un momento de euforia, pero sí de placer. Terminas la ensalada, acabas de comer y ¿ahora? Ahora nada, ahora te levantas y haces tu vida normal. ¿Qué esperas, un postre azucarado que te reconforte? ¡No, porque no lo necesitas y el cuerpo no te lo pide! Te sientes bien, puedes seguir trabajando, caminando, limpiando los platos, "shining bright like a diamond", así que como es martes a mediodía haces un playback de Desátame en el cuarto de baño dándolo todo (nota importante: la semana pasada ví a una chica con los pelos de la Mó en los 90, aunque era media melena. Muy fuerte, amor a primera vista), te llama tu prima al móvil para contarte su vida pero le dices que has quedado para dar un paseo así que cuelgas y te vas. Cuando llegas a tu casa vuelves a comer porque notas que el hambre asoma nuevamente y de manera tímida, pero primero cantas Desátame en versión remix, haciendo "unch-unch" y tu vecina te oye gritando "¡pero desátame, coño! unch-unch - unch-unch-unch" Yo no tengo esos problemas porque mis vecinos piensan que digo "junchispummmm jamalajá nainoná unch-unch". Y mis compañeros de piso conocen a Marta Sánchez pero no a Mónica Naranjo. Un drama humano de la era de la electrónica. ¡Si al menos conociesen a Azul Y Negro!

Coñas a un lado, esto es un ejemplo un poco bruto de dos opciones muy recurridas a la hora de comer. Pero la cosa no es tan simple. En el caso 1 es probable que hayamos decidido tomar un refresco (incluido en el precio) que da aún más subidón-bajón y calorías vacías en forma de azúcar. Seguro que después nos hemos ido a por un café y a media tarde hemos cogido un pequeño paquete de galletas en la máquina del trabajo o bien un sándwich de camino a casa, o quizás nos hemos preparado un inocente mini bocadillo (para controlar) y luego nos hemos puesto a picar un poquito de todo. Suma todas esas pequeñas cosas. Súmalas todos los días. Súmalas en un mes y en un año. En el caso 2 seguramente no has vuelto a pensar en comer, no has tenido hambre más tarde y te has concentrado en tus labores y tus playbacks. Nadie dice que haya que renegar de los pequeños placeres de la vida, pero hay muchos mejores para elegir y la frecuencia es también la clave.

Y si pensamos en las cosas a largo plazo y en como nuestro comportamiento se va modificando vemos que todo es cuestión de patrones. Al abrazar una dieta paleolítica, la alimentación es más satisfactoria y es menos probable que tengamos ganas de picotear, de contar calorías, de que nos asalte la culpa o el deseo de autocontrol, al que siempre van a vencer nuestras hormonas y cerebro (de ahí que la obesidad no sea un problema de voluntad, como nos hacen creer, sino que la naturaleza es más poderosa y la necesidad de supervivencia nos enseñó así). También nos damos cuenta de la diferencia entre un bienestar continuo y otro que depende de subidas y bajadas, y optamos por el primero. Esto hace que se eliminen muchas interferencias en nuestro camino.

Una alimentación paleo incluso permite hacer días enteros de ayuno sin mayor problema, sin malestar ni preocupaciones. ¿Es día 31 y pensabas que el mes tenía 30? Y la cuenta del banco a cero. No pasa nada, ¡ayuno intermitente! Y lo mismo si estás de viaje y la comida del aeropuerto es cara o poco apetecible.

Al 99% de la gente le parece surrealista, pero hay muchísimas personas que comen poco cuando hacen paleo. Hace unas semanas, alguien preguntaba en un foro algo así como "¿soy raro o a alguien más le cuesta llegar a comer sus calorías?". Las respuestas no tardaron en aparecer. A partir de ahí una mujer contó que ella no llegaba a las 900 kCal (se supone, en términos generales, que la media serían unas 2000 kCal para una mujer). Decía que probaba varias maneras, pero que estaba llena y no era capaz de comer más. Y añadir grasa en forma de aceite o carne simplemente no ayudaba. Muchas personas se sentían identificadas aunque su caso era el más extremo. Esta persona se sentía bien, era más bien sedentaria y no tenía problemas excepto la cifra en cuestión. Mi punto de vista es que se estaba nutriendo, su cuerpo estaba funcionando bien y tenía muchas reservas con las que funcionar y las señales eran claras ya que su maquinaria no estaba viciada con azúcares o desregulaciones hormonales. Supongo que después de un tiempo su cuerpo le pediría subir las cantidades poco a poco. Y esto que parece un caso extremo o un trastorno alimenticio, no lo es, lo que pasa es que estamos más acostumbrados a contar calorías para no pasarnos porque vivimos en el mundo de la abundancia, de lo fácil y del exceso.

En mi caso me he dado cuenta algunos días de algo parecido. A veces me da la impresión de que he comido demasiado así que he revisado el ticket de la compra y estimado las calorías ¡y resulta que estaba comiendo muy poco! Por supuesto, el día siguiente o el anterior habría comido un poco más. Esto es lo natural, que haya fluctuaciones. Además de mi tendencia natural a ganar peso con extrema facilidad tengo una tolerancia muy alta al nivel de proteína que puedo consumir. Este macronutriente es autolimitante per se, todo lo cual me lleva a pensar que quizás debería incrementar su consumo y que no me vuelva a pasar lo de perder músculo de nuevo. Igual que la mujer de más arriba tenía su caso particular, el mío parece ser que necesito más proteína de la que creo, y eso que considero que mi ingesta es adecuada.

Todo este testamento de entrada está relacionada también con mis actuales circunstancias. Me encuentro en un momento en el que estoy trabajando mucho, aprendiendo mucho, durmiendo lo justo, con la cabeza muy ocupada y la agenda apretada... pero sin un duro que entre en la cuenta. En el mundo en el que me hallo es muy frecuente (y lamentablemente necesario) trabajar mucho sin cobrar, a modo de inversión profesional. Es por ello que últimamente estoy haciendo una versión que alguien llamó hace unos días en Facebook "paleo para pobres". Por suerte soy bastante ahorrador y no suelo tener muchos gastos, excepto alquiler, móvil y gimnasio/box, que son mis únicas facturas. Incluso voy a casi todas partes en bicicleta. Nunca me compro ropa porque creo que no la necesito ni me apetece. No suelo salir demasiado y me encantan las discotecas y bailar toda la noche, pero no me gustan las connotaciones que conllevan. Y siempre me ha gustado mucho la vida casera o simplemente disfrutar de un café con amigos. Todo esto significa que la buena alimentación manda en mi presupuesto justo después de los inevitables gastos fijos.

Pensando en la versión "paleo para pobres" me enfrento a esta opción o a la dieta convencional. Me gustaría resaltar dos ideas:
-Aunque no es lo óptimo, se puede comer paleo correctamente, eligiendo las fuentes de nuestro plato, sabiendo las calidades de la comida y sin dejarse llevar por los caprichos. El pescado enlatado en salmuera, por ejemplo, puede ser una opción. Lo mismo con las verduras de los mercados de granjeros o aquellas frutas no orgánicas a las que no se le come la piel por ser dura.
-Una alimentación artificial, barata y rápida puede parecer la solución ante un momento económico difícil pero no lo es. Está asociada con excesos en otras comidas, en gastos superfluos y en malestar y falta de nutrición. Esto redunda en problemas a corto y largo plazo, por no hablar de posibles indisposiciones. ¡No me gustaría tener que cancelar una entrevista de trabajo porque me ha sentado mal el Big Mac!

Ser paleo no es comer sólo orgánico o comida que cuesta el doble de lo normal. Pero sí que es actuar en consecuencia y eliminar cosas que no necesitamos. Esto puede incluir, por ejemplo, dejar de usar productos químicos en el pelo. Por supuesto es una opción personal que cada uno ha de elegir. Yo lo practico desde hace meses y suelo lavar la cabeza una vez por semana, más o menos. La última vez que fui a cortar el pelo, el peluquero me dijo que tenía un pelo "estupendo" y es verdad que me quería tirar los trastos así que igual no tiene mucho valor su apreciación, pero si yo fuese peluquero no creo que me gustase alguien con el "pelaso" (lo siento, ¡"pelazo" me suena taaaaaan mal!) hecho una Carmen de Mairena, ¡digo!

Y lo mismo con el exceso de uso de la pasta de dientes (las bacterias simplemente no crecen en tu boca si no comes lo que no debes): "La saliva tiene todos los ingredientes que el esmalte dental necesita para estar bien." Excepto si comes basura, claro. En el paleolítico prácticamente no había caries y no era porque se muriesen jóvenes, precisamente.

Igual ocurre con el desodorante. Si no ingieres productos de los que tu cuerpo se quiere librar, no tendrás que excretarlos (o como alguien dijo hace poco, "less crap in, less crap out", "entra poca mierda, sale poca mierda") y alimentar con ello a las bacterias que causan el mal olor. Eso tampoco quita tener un bote de desodorante a mano por lo que pueda pasar, que vivimos en sociedad y además existen las urgencias.

Así podría seguir infinitamente, nombrando todas esas cosas que la vida moderna, el consumismo y el capitalismo nos han metido en nuestras casas y nosotros hemos aceptado "barco como animal acuático".

En conclusión: ¿Qué precio tiene tu salud, tu bienestar, tu felicidad y tranquilidad? Vivimos en un mundo donde las tentaciones están en todas partes, son accesibles y (en ciertos límites) están bien vistas socialmente. Personalmente prefiero seguir con lo mio y no tener que mirar para otro lado, evitando ver los muffins o brownies, cuando quedo a tomar un café en un Starbucks. Simplemente no los deseo; me sugieren lo mismo que una caja de cartón.

La dieta es parte de la vida igual que lo es el trabajo, la familia, amigos o tu música favorita. Te define, está contigo siempre (incluso cuando no está) y te da (o debería) muchas más satisfacciones que penas. Sí, ¡el trabajo también debería darte más satisfacciones que penas!

A Dios pongo por testiga que no escribiré hasta la próxima semana. Esta entrada me ha quedado más larga que un día sin pan, pero como los paleo no comemos pan, pues arte para el cuerpo, ¡oye! (mi cuerpo pide salsa -sin gluten, por favor-).

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