sábado, 28 de septiembre de 2013

¿Por qué no adelgazo? 6 posibles razones

¡Cuidado! Hacer ejercicio no compensará una dieta desequilibrada.

Aunque hay personas que no son capaces de subir de peso, a la mayoría nos cuesta bajarlo. Como siempre, es una cuestión evolutiva. Viene dado por el contexto de una época de escasez de alimentos en la que pueda sobrevivir quien haya almacenado más energía. Soy un claro ejemplo de esta "facilidad de almacenamiento".

Si buscamos perder peso es conveniente revisar por qué no estamos consiguiendo nuestro objetivo a pesar de seguir una dieta paleolítica. A veces las razones pueden ser obvias, pero otras no tanto. Una pequeña revisión siempre viene bien. La dieta paleolítica no tiene como finalidad bajar de peso, sino estar sano. La bajada es más bien un efecto secundario que a muchas personas puede ayudarlas a estar motivadas sin salirse del camino. Por supuesto, siempre nos referimos a perder grasa y conservar cuanto más músculo sea posible. Estas son algunas razones que nos pueden estar haciendo fallar.

Exceso de calorías
La sabiduría tradicional dice que el exceso de calorías es lo que nos hace engordar. Si bien no es tan sencillo, a la larga sí que importa. No hay por qué crear un gran déficit calórico, pero tampoco podemos consumir un gran exceso diario.

Ayuno
A lo mejor has empezado a practicar ayuno intermitente porque sabes que puede ser sano y además ayudar a bajar de peso. Lo primero a tener en cuenta es que el ayuno no es algo que se pueda introducir de la noche a la mañana y es recomendable que primero te hayas adaptado a comer bien durante un tiempo prudencial. Si estás ayunando demasiado estarás igualmente estresando a tu cuerpo y esto puede ser contraproducente, incluso hasta el punto de aumentar la producción de cortisol. Si practicas ayuno diario (por ejemplo saltando el desayuno) la ventana de ingesta debería durar unas 8 horas si eres hombre o 10 si eres mujer. Si practicas un ayuno alterno en días, no deberías llevarlo a cabo demasiadas veces por semana. Un ayuno casi completo un máximo de 2 días por semana es más que suficiente. Y, por último, no combines técnicas de ayuno. Esto quiere decir que si siempre te saltas alguna comida al día y además ayunas por completo otros, podría ser excesivo. La virtud está en el punto medio.

Falta de calorías
Nuevamente repetiré que la virtud está en el punto medio. Si al principio decíamos que el exceso de calorías puede hacerte descarrilar, también puede ocurrir lo mismo si nos vamos al otro lado. Claro que al principio perderemos peso, pero si seguimos comiendo poco, nuestro organismo no estará nutrido. Pronto nos sentiremos cansados y estaremos en condiciones poco óptimas, así que de alguna forma estaremos maltratándonos.

No fiarse del hambre
Si te dejas guiar por el reloj verás que te ataca una necesidad de hambre que no es real, sino que está en tu mente. Olvídate de un reloj un día y haz tareas entretenidas. Así podrás comprobar que estás marcándote unas pautas que no son tan naturales como creías. En la medida de lo posible, deja a tu instinto fluir. Al fin y al cabo los animales funcionan así, y ellos no engordan. Claro que esto será válido únicamente si no consumes altos niveles de carbohidratos que hagan subir y bajar continuamente tus niveles de azúcar e insulina y, por tanto, de energía.

Darle demasiada importancia a la báscula
La báscula es una mera referencia. Puede resultar útil en ciertos momentos para motivarnos, para llevar un registro o para marcarnos un objetivo. Lo que la báscula no dice es que las fluctuaciones de agua, músculo y grasa son muy diferentes. Mientras que la primera puede variar mucho entre días (incluso más de 1kg), las otras dos suelen ser más lentas. Añadamos que podemos ganar músculo y perder grasa y pesar lo mismo, aunque también podría ocurrir al revés. Si la báscula no dice lo que esperas, no te frustres, deja que tus objetivos se manifiesten a largo plazo, haz bien las cosas y disfruta cuando de repente un pantalón ya no te apriete. Incluso en It Starts With Food los autores recomiendan que tires tu báscula si vas a hacer su programa Whole 30.

No llevar un registro
Aunque no hay que apuntar todo lo que comemos, pesar los alimentos, mirar las calorías... sí que es buena idea que durante una temporada (una semana, por ejemplo) apuntes absolutamente todo lo que comes. Incluso si son 2 almendras, es recomendable hacerlo. Muchas veces creemos que no comemos tanto como realmente hacemos porque nos olvidamos de pequeñas cosas, porque no prestamos atención a todo lo que hemos comido (quizás hemos picado al cocinar o hablábamos con alguien al comer) o simplemente porque el día es más largo de lo que podemos llegar a registrar mentalmente. Si haces estas anotaciones, revísalas al final del día y al final de la semana. Hazlo con honestidad y evalúa lo que has escrito. Y apunta todo, incluso aquello que creas excepcional. Si has picado algo en el trabajo porque era el cumpleaños de alguien y eso no ocurre otro día, sí que puede ocurrir que otro día te tomes una tapa o haya alguna celebración distinta. Al fin y al cabo un año tiene 52 semanas, y seguro que conoces a más de 52 personas que te inviten a un bombón o un pastel por su cumpleaños. Por último, cuando hacemos este tipo de registros tendemos a controlarnos un poco más, con lo que es todavía más importante ser legal con lo que escribamos.


Hay muchas más razones que pueden influir y las veremos a medida que pase el tiempo. Mientras tanto, ¿tienes alguna sugerencia? ¿Te has dado cuenta de algo en lo que estás fallando? ¿Hay algo que sabes que te funciona y no aparece en la lista superior? Cada persona es un mundo y viajar es maravilloso.



Imagen: www.monologos.com

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Regla 8. Obtén luz solar.



Poco a poco hemos llegado a la octava de las 10 reglas, así que no quedan ya más que 2 por conocer. Hasta ahora hemos visto algunas como la importancia de levantar cosas pesadas o de un sueño adecuado. Nos vamos a detener ahora en la importancia de la luz solar.

La exposición solar es una gran olvidada en nuestra vida moderna. Nos encerramos en espacios para comer, trabajar, relacionarnos e incluso simplemente estar. En un contexto ancestral esto está totalmente desintonizado con lo que somos y necesitamos.

Hemos llegado a oír que debemos usar protección solar incluso en invierno, porque los rayos solares son menos perceptibles y no somos conscientes del daño que nos provocan. Este sinsentido es un claro ejemplo de que somos un engranaje del capitalismo que quiere que consumamos sin mesura.

Analicemos la exposición solar, ahora, desde un punto de vista tradicional y natural:
· ¿Cuántas historias antiguas de cáncer de piel has oído acerca de campesinos? No, no quiero trivializar en cáncer, que es una cosa muy seria. Y también es cierto que esta enfermedad no se conoce desde siempre y es difícil saber su alcance, pero así como sabemos desde hace siglos de la gota o la peste, no he visto en ningún libro de historia síntomas similares a los de esta afección. Es más, en poblaciones tradicionalmente agrarias, como el lugar de donde procedo, la mayoría de la gente estaba al sol prácticamente todo el día. Aunque estuviesen tapados en gran parte, las áreas expuestas eran siempre las mismas. Lo que ocurre en estos casos es que la exposición solar era estacional pero progresiva y no premeditada. De esta forma, al llegar la primavera, cada vez era mayor la radiación recibida, y el cuerpo se adaptaba de manera natural. Lo que no es natural es que estemos encerrados entre cuatro paredes todo el año y en julio nos pasemos días enteros en la playa. Recordemos que el cuerpo tiende a una estabilidad y puede moverse bien en unos límites que pueden ir variando poco a poco, pero no repentinamente.
· ¿Cuántos animales has visto con quemaduras solares? Puede que un animal doméstico tenga problemas con el sol, pero precisamente por ser doméstico esto no se puede valorar. Fíjate en los que están en su entorno natural y recuerda la típica estampa de un león tirado sin hacer nada. Y lo mismo ocurre con muchos otros animales. Si tienen calor buscan sombra pero en general les gusta estar al sol. No digo que seamos exactamente iguales que otros mamíferos, aunque sí deberíamos pensar en cómo se comportan de forma natural, sin estar regidos por nuestras normas sociales o culturales y ver cómo actuaríamos nosotros sin ellas.
· ¿No deberíamos tener un sistema interno de protección solar? Volviendo a lo de las cremas, no es lógico que la naturaleza no nos haya dotado de un método para protegernos del sol. Sí, hoy en día tenemos esos cosméticos que nos ayudan en esta tarea, pero se inventaron "ayer". ¿Cómo han sobrevivido tantas generaciones hasta superpoblar el planeta? Que nadie me malinterprete, esto no es una presentación apocalíptica, sino un recordatorio de que la luz solar es natural, la necesitamos y no es dañina dentro de una lógica.

Las cremas solares bloquean también aquellos rayos solares que nos benefician. El abuso de estos productos hacen que los niveles de vitamina D en nuestro cuerpo no sean adecuados. Y esto es de lo más preocupante. Una de las principales razones para recibir luz solar es la de que podamos sintetizar esta vitamina, ya que no se obtiene tan fácilmente a través de la dieta. Esta vitamina tiene un papel importante en la absorción de calcio. Y aquí llega otro absurdo: nos recomiendan tomar leche para tener calcio, pero que sea desnatada y tomemos poca grasa. La leche desnatada pierde sus vitaminas liposolubles (las que tienen adherencia a la grasa) y se le añaden posteriormente de forma artificial. Entre estas vitaminas está la D. Como la leche no tiene grasa y no recibimos exposición solar, no disponemos de suficiente vitamina D y por tanto el calcio ingerido es inútil. Y si aún no te preocupan tus huesos (aunque deberían), preocúpate por tus uñas, que estarán frágiles si tu vitamina D no es suficiente. Tu piel se ve comprometida también en brillo, calidad e imperfecciones. Una exposición correcta no provoca manchas, sino más homogeneidad, puesto que es lo natural. ¿Se ve la importancia de seguir las reglas de la naturaleza en lugar de las que hemos creado?

La exposición solar es además una manera excelente de mejorar el ánimo, de relacionarnos con los demás y de sentirnos mejor con nosotros mismos. Y no hace falta más que pensar en esa sensación de "comerse el mundo" al levantar la persiana y ver que fuera hace un día excelente.

Lo más preocupante de una pobre exposición solar es que los daños son a largo plazo. Si nos falta algún nutriente en la dieta o hay un alimento que nos sienta mal, muchas señales son a corto o medio plazo pero una deficiencia moderada en la vitamina D puede notarse una vez que han pasado muchos años (por ejemplo por unos huesos frágiles), cuando ya no es tan fácil repararla ni tampoco es lo ideal.

No tengas miedo a recibir luz. Combinándola con una dieta rica en antioxidantes, como es la paleolítica, los efectos son positivos. Tendremos mejor humor, mejor piel, mejores huesos y estaremos más conectados al planeta, ¡que mira que nos cuesta! Con unos pocos minutos de sol al día es suficiente, sobre todo en verano. Las personas con la piel más oscura deberán estar más tiempo porque su tolerancia y su necesidad es mayor.

Por último, un pensamiento. Mira a las señoras de 90 años que han trabajado el campo toda su vida (en Galicia tenemos muchas) y fíjate en su piel. Si el sol fuese tan malo como dicen tendrían cicatrices, marcas de pigmentación, lunares enormes y deformidades en la piel. Las que yo conozco tienen más arrugas que mis camisas, pero poco más. Y esto sí que me hace pensar. Ahora sal ahí afuera, camina un poco y aprovecha para jugar.

martes, 17 de septiembre de 2013

El precio de tu alimentación. ¿Es la paleodieta una ruina?

Confusiones
Hoy me acordaba de mi último tropezón mayúsculo. No en un acto de tortura, sino en un momento de reflexión. En ocasiones como esa, uno piensa en los costes (no sólo económicos) de la comida que no es comida.

He tenido un día muy movido y probablemente esta entrada quede un poco rara porque quiero contar muchas cosas y tengo poco tiempo, pero ahí vamos.

El día del tropezón me atacó mi atracción por los helados, quizás la única comida neolítica que a veces se me antoja (aunque igualmente ignoro). Así que fui de cabeza a un McDonald's a por un McFlurry de Crunchies y este va a servir de ejemplo. Es verdad que no se le debería llamar helado a "eso", lo sé.

Primero, me gustaría aclarar una cosa. Cada vez que se habla de obesidad, de comida basura o de mala alimentación, esta cadena americana se lleva todos los titulares. Mi posición al respecto es que es una empresa que, como cualquier otra, busca su beneficio, ya que está para hacer dinero. Por eso crea comida adictiva. Pero de ahí a echarle la culpa de todos los males, tampoco me parece justo. Tanta culpa tienen ellos como la tiene el chino que hay a la vuelta de la esquina o la señora del ultramarinos de toda la vida, aunque pensemos que sus cereales integrales o sándwiches de atún son más sanos que un Big Mac. No defiendo a McDonald's ni tengo acciones de la empresa. Simplemente me parece injusto que se lleven todos los ataques. Dejaron de usar grasa saturada para freír y bajaron las calorías de sus menús para seguir lo que mandaban las creencias populares. Igual que uno no va al cine, a esquiar o de vacaciones todos los días, tampoco debe frecuentar los sitios de comida rápida. Cada cosa tiene su tiempo. Evidentemente es mejor no ir nunca, pero en Londres hay cientos de estos establecimientos y jamás he visto a nadie coaccionando a los viandantes para que entrasen a consumir. Es nuestro libre albedrío el que nos permite elegir una comida u otra y visitar un restaurante o tienda en detrimento de otros. La educación proviene de casa, de un día a día, y no de un cartel de colores que vemos de repente en la carretera. Creo que queda claro mi punto de vista.

Siguiendo ahora con la historia y el ejemplo del macflagüer de cranchis, veamos su precio: £0,99. Al cambio, 1,19€. Es decir, que por poco más de 1 euro tienes un helado de un tamaño bastante mayor de lo habitual, que incluye en el nombre un producto de una marca ajena (e implica un sobrecoste), que te sirven en persona (genera una actividad por parte de un empleado) y te llevas un vaso de cartón con tapa y cuchara de plástico (aunque sea despreciable, estos utensilios también suponen un aumento del precio). No hablamos de un producto de calidad pero aún así, el precio es irrisorio. Lo que no es tan trivial es que probablemente cuando lo termines tendrás ganas de otro, o de un artículo distinto que has visto en los letreros o en la mesa de al lado.

Ahora, por otro lado, vamos a prepararnos una buena ensalada. Vamos a darlo todo y nos gastamos 3€ en verduras y otros 3€ en salmón ahumado. "¡Joder, 6 lereles pa una ensalada! ¡Si es que comer paleo es más caro que alojarse en el Ritz!". Sí, a primera vista cualquiera pensaría lo mismo, pero ¿es cierto? Desde una visión inmediata, está claro que la alimentación paleolítica es cara y a muchos les parece, además, complicada.

A menudo se comenta que ser paleo no es un sprint, sino una maratón. Esto significa que no se trata de hacer todo bien en un periodo corto, sino de ser coherentes de forma continua, más como la tortuga que como la liebre. Además, la prisa implica acabar exhaustos, estresados y con posterior necesidad de recuperación. La constancia es la clave.

Poniendo la constancia en el contexto de la alimentación, veamos cómo funciona un menú de McDonald's y la ensalada que comentábamos arriba. Si echas cuentas verás que el precio de ambos es similar, incluso si preparas un menú similar en tu casa, aunque algo claro que ahorrarás.

Caso 1: Big Mac con patatas (680 kCal en total) más refresco. "¡Uhm, qué bueno! Aaaaahhhhmmmmmm ahhhhhh uhhhhmmmmmmmm". Momento Homer Simpson. Felicidad. Y dos o tres horas más tarde estarás deseando comer algo más, tomar un café para que de energía o sentirás un bajón de ánimos o tendrás mal humor. Y pensarás en lo bien que te sentías con tu Big Mac y tus patatas y querrás ir a por otro. Lo peor de la historia no es sólo la adicción, sino que realmente no te has nutrido. Has masticado, ensalivado (lo justo) y tragado tu comida, pero excepto proteínas, le has aportado más bien poco a tu cuerpo. De hecho, algunos científicos empiezan a considerar la obesidad más como una carencia que una falta. Es una carencia nutricional. Esto se debe a que la obesidad suele estar ligada al consumo de comida poco nutritiva, y que provoca señales en el cuerpo que inducen a comer más. ¡Si es que tiene lógica! Pensamos que el coche no anda porque el tanque de gasolina está tan lleno que pesa demasiado, pero lo que ocurre es que esa gasolina estorba más que aporta y el coche no anda porque esa gasolina no sirve, así que ¡quiere más!

Caso 2: Ensalada de verduras variadas y salmón (seamos muy, muy generosos con el aceite y pongamos 600 kCal). Mientras comes, acostumbrado/a a los sabores reales, te das cuenta de la textura y sustancia que aporta cada elemento, la suavidad del salmón, un trozo crujiente de cebolla, la hoja húmeda de lechuga o el pimiento dulce en la boca. No es un momento de euforia, pero sí de placer. Terminas la ensalada, acabas de comer y ¿ahora? Ahora nada, ahora te levantas y haces tu vida normal. ¿Qué esperas, un postre azucarado que te reconforte? ¡No, porque no lo necesitas y el cuerpo no te lo pide! Te sientes bien, puedes seguir trabajando, caminando, limpiando los platos, "shining bright like a diamond", así que como es martes a mediodía haces un playback de Desátame en el cuarto de baño dándolo todo (nota importante: la semana pasada ví a una chica con los pelos de la Mó en los 90, aunque era media melena. Muy fuerte, amor a primera vista), te llama tu prima al móvil para contarte su vida pero le dices que has quedado para dar un paseo así que cuelgas y te vas. Cuando llegas a tu casa vuelves a comer porque notas que el hambre asoma nuevamente y de manera tímida, pero primero cantas Desátame en versión remix, haciendo "unch-unch" y tu vecina te oye gritando "¡pero desátame, coño! unch-unch - unch-unch-unch" Yo no tengo esos problemas porque mis vecinos piensan que digo "junchispummmm jamalajá nainoná unch-unch". Y mis compañeros de piso conocen a Marta Sánchez pero no a Mónica Naranjo. Un drama humano de la era de la electrónica. ¡Si al menos conociesen a Azul Y Negro!

Coñas a un lado, esto es un ejemplo un poco bruto de dos opciones muy recurridas a la hora de comer. Pero la cosa no es tan simple. En el caso 1 es probable que hayamos decidido tomar un refresco (incluido en el precio) que da aún más subidón-bajón y calorías vacías en forma de azúcar. Seguro que después nos hemos ido a por un café y a media tarde hemos cogido un pequeño paquete de galletas en la máquina del trabajo o bien un sándwich de camino a casa, o quizás nos hemos preparado un inocente mini bocadillo (para controlar) y luego nos hemos puesto a picar un poquito de todo. Suma todas esas pequeñas cosas. Súmalas todos los días. Súmalas en un mes y en un año. En el caso 2 seguramente no has vuelto a pensar en comer, no has tenido hambre más tarde y te has concentrado en tus labores y tus playbacks. Nadie dice que haya que renegar de los pequeños placeres de la vida, pero hay muchos mejores para elegir y la frecuencia es también la clave.

Y si pensamos en las cosas a largo plazo y en como nuestro comportamiento se va modificando vemos que todo es cuestión de patrones. Al abrazar una dieta paleolítica, la alimentación es más satisfactoria y es menos probable que tengamos ganas de picotear, de contar calorías, de que nos asalte la culpa o el deseo de autocontrol, al que siempre van a vencer nuestras hormonas y cerebro (de ahí que la obesidad no sea un problema de voluntad, como nos hacen creer, sino que la naturaleza es más poderosa y la necesidad de supervivencia nos enseñó así). También nos damos cuenta de la diferencia entre un bienestar continuo y otro que depende de subidas y bajadas, y optamos por el primero. Esto hace que se eliminen muchas interferencias en nuestro camino.

Una alimentación paleo incluso permite hacer días enteros de ayuno sin mayor problema, sin malestar ni preocupaciones. ¿Es día 31 y pensabas que el mes tenía 30? Y la cuenta del banco a cero. No pasa nada, ¡ayuno intermitente! Y lo mismo si estás de viaje y la comida del aeropuerto es cara o poco apetecible.

Al 99% de la gente le parece surrealista, pero hay muchísimas personas que comen poco cuando hacen paleo. Hace unas semanas, alguien preguntaba en un foro algo así como "¿soy raro o a alguien más le cuesta llegar a comer sus calorías?". Las respuestas no tardaron en aparecer. A partir de ahí una mujer contó que ella no llegaba a las 900 kCal (se supone, en términos generales, que la media serían unas 2000 kCal para una mujer). Decía que probaba varias maneras, pero que estaba llena y no era capaz de comer más. Y añadir grasa en forma de aceite o carne simplemente no ayudaba. Muchas personas se sentían identificadas aunque su caso era el más extremo. Esta persona se sentía bien, era más bien sedentaria y no tenía problemas excepto la cifra en cuestión. Mi punto de vista es que se estaba nutriendo, su cuerpo estaba funcionando bien y tenía muchas reservas con las que funcionar y las señales eran claras ya que su maquinaria no estaba viciada con azúcares o desregulaciones hormonales. Supongo que después de un tiempo su cuerpo le pediría subir las cantidades poco a poco. Y esto que parece un caso extremo o un trastorno alimenticio, no lo es, lo que pasa es que estamos más acostumbrados a contar calorías para no pasarnos porque vivimos en el mundo de la abundancia, de lo fácil y del exceso.

En mi caso me he dado cuenta algunos días de algo parecido. A veces me da la impresión de que he comido demasiado así que he revisado el ticket de la compra y estimado las calorías ¡y resulta que estaba comiendo muy poco! Por supuesto, el día siguiente o el anterior habría comido un poco más. Esto es lo natural, que haya fluctuaciones. Además de mi tendencia natural a ganar peso con extrema facilidad tengo una tolerancia muy alta al nivel de proteína que puedo consumir. Este macronutriente es autolimitante per se, todo lo cual me lleva a pensar que quizás debería incrementar su consumo y que no me vuelva a pasar lo de perder músculo de nuevo. Igual que la mujer de más arriba tenía su caso particular, el mío parece ser que necesito más proteína de la que creo, y eso que considero que mi ingesta es adecuada.

Todo este testamento de entrada está relacionada también con mis actuales circunstancias. Me encuentro en un momento en el que estoy trabajando mucho, aprendiendo mucho, durmiendo lo justo, con la cabeza muy ocupada y la agenda apretada... pero sin un duro que entre en la cuenta. En el mundo en el que me hallo es muy frecuente (y lamentablemente necesario) trabajar mucho sin cobrar, a modo de inversión profesional. Es por ello que últimamente estoy haciendo una versión que alguien llamó hace unos días en Facebook "paleo para pobres". Por suerte soy bastante ahorrador y no suelo tener muchos gastos, excepto alquiler, móvil y gimnasio/box, que son mis únicas facturas. Incluso voy a casi todas partes en bicicleta. Nunca me compro ropa porque creo que no la necesito ni me apetece. No suelo salir demasiado y me encantan las discotecas y bailar toda la noche, pero no me gustan las connotaciones que conllevan. Y siempre me ha gustado mucho la vida casera o simplemente disfrutar de un café con amigos. Todo esto significa que la buena alimentación manda en mi presupuesto justo después de los inevitables gastos fijos.

Pensando en la versión "paleo para pobres" me enfrento a esta opción o a la dieta convencional. Me gustaría resaltar dos ideas:
-Aunque no es lo óptimo, se puede comer paleo correctamente, eligiendo las fuentes de nuestro plato, sabiendo las calidades de la comida y sin dejarse llevar por los caprichos. El pescado enlatado en salmuera, por ejemplo, puede ser una opción. Lo mismo con las verduras de los mercados de granjeros o aquellas frutas no orgánicas a las que no se le come la piel por ser dura.
-Una alimentación artificial, barata y rápida puede parecer la solución ante un momento económico difícil pero no lo es. Está asociada con excesos en otras comidas, en gastos superfluos y en malestar y falta de nutrición. Esto redunda en problemas a corto y largo plazo, por no hablar de posibles indisposiciones. ¡No me gustaría tener que cancelar una entrevista de trabajo porque me ha sentado mal el Big Mac!

Ser paleo no es comer sólo orgánico o comida que cuesta el doble de lo normal. Pero sí que es actuar en consecuencia y eliminar cosas que no necesitamos. Esto puede incluir, por ejemplo, dejar de usar productos químicos en el pelo. Por supuesto es una opción personal que cada uno ha de elegir. Yo lo practico desde hace meses y suelo lavar la cabeza una vez por semana, más o menos. La última vez que fui a cortar el pelo, el peluquero me dijo que tenía un pelo "estupendo" y es verdad que me quería tirar los trastos así que igual no tiene mucho valor su apreciación, pero si yo fuese peluquero no creo que me gustase alguien con el "pelaso" (lo siento, ¡"pelazo" me suena taaaaaan mal!) hecho una Carmen de Mairena, ¡digo!

Y lo mismo con el exceso de uso de la pasta de dientes (las bacterias simplemente no crecen en tu boca si no comes lo que no debes): "La saliva tiene todos los ingredientes que el esmalte dental necesita para estar bien." Excepto si comes basura, claro. En el paleolítico prácticamente no había caries y no era porque se muriesen jóvenes, precisamente.

Igual ocurre con el desodorante. Si no ingieres productos de los que tu cuerpo se quiere librar, no tendrás que excretarlos (o como alguien dijo hace poco, "less crap in, less crap out", "entra poca mierda, sale poca mierda") y alimentar con ello a las bacterias que causan el mal olor. Eso tampoco quita tener un bote de desodorante a mano por lo que pueda pasar, que vivimos en sociedad y además existen las urgencias.

Así podría seguir infinitamente, nombrando todas esas cosas que la vida moderna, el consumismo y el capitalismo nos han metido en nuestras casas y nosotros hemos aceptado "barco como animal acuático".

En conclusión: ¿Qué precio tiene tu salud, tu bienestar, tu felicidad y tranquilidad? Vivimos en un mundo donde las tentaciones están en todas partes, son accesibles y (en ciertos límites) están bien vistas socialmente. Personalmente prefiero seguir con lo mio y no tener que mirar para otro lado, evitando ver los muffins o brownies, cuando quedo a tomar un café en un Starbucks. Simplemente no los deseo; me sugieren lo mismo que una caja de cartón.

La dieta es parte de la vida igual que lo es el trabajo, la familia, amigos o tu música favorita. Te define, está contigo siempre (incluso cuando no está) y te da (o debería) muchas más satisfacciones que penas. Sí, ¡el trabajo también debería darte más satisfacciones que penas!

A Dios pongo por testiga que no escribiré hasta la próxima semana. Esta entrada me ha quedado más larga que un día sin pan, pero como los paleo no comemos pan, pues arte para el cuerpo, ¡oye! (mi cuerpo pide salsa -sin gluten, por favor-).

viernes, 13 de septiembre de 2013

Entender las etiquetas en la alimentación: los 100, las raciones y los semáforos

En la última entrada hacíamos un resumen acerca de las etiquetas, repasando lo que aparece en la cubierta y en la sección de ingredientes. Vamos a completar el resto fijándonos en las distintas formas de presentación de la información nutricional.

En estas tablas, según como se presenten, se suelen incluir los valores de hidratos de carbono, proteínas, grasa y sal. A veces vienen desglosados y por ello podemos leer que dentro de las grasas aparece "de las cuales, saturadas" y lo mismo con los azúcares y otros.


Valores por cada 100

Esta es la forma más habitual en España. En Reino Unido también se utiliza esta fórmula ya que es una normativa de la Unión Europea. En otros países se puede encontrar de otras maneras, siendo muy habitual la información por ración, que es un dato que el fabricante elige. En Europa también está permitido y hay muchos envases en España o Reino Unido que la incluyen.

Cuando hablamos de "cada 100" nos referimos a cada 100g o 100ml, dependiendo del estado físico. Cuando está expresado en gramos nos permite hacer un cálculo directo del porcentaje de ese nutriente en peso. Así, si leemos que contiene 21g de proteína, sabemos que el 21% del producto es ese nutriente. A veces se oye o lee, erróneamente, que ese porcentaje es de calorías. Si tenemos en cuenta que los hidratos y proteínas tienen 4kCal/g y las grasas 9kCal/g, vemos que no podemos aplicar una conversión directa a calorías. Podríamos pensar que si el producto anterior tiene 5g de grasa por cada 100g de producto, aporta un 5% de calorías de la grasa. Sin extenderme más en el tema de los cálculos, habría que aplicar una fórmula buscando la proporción de las calorías de cada nutriente con respecto a las calorías totales.

La presentación de valores por cada 100 tiene la ventaja de que permite comparar alimentos similares de forma directa, independientemente de su fabricante, ya que la referencia de 100g o 100ml aparece en todas las etiquetas. La desventaja es que las raciones suelen ser de cantidades muy diferentes según el alimento. No es lo mismo una ración de lechuga que una de aceite, ya que la segunda suele ser mucho menor y puede ser difícil hacerse a la idea de cuánto consumiremos realmente.


Valores por ración

Fuente: kelloggs.es

El problema que presenta la información por cada 100g o 100ml se pretende subsanar indicando la cantidad de nutrientes por ración. Así, el fabricante elige un tamaño para la ración y nos indica la proporción de nutrientes en base a ella.

Parece una forma más acertada de acercarse al consumidor, pero tiene inconvenientes. El primero es que no es posible comparar entre marcas o gamas. Un distribuidor de aceite de oliva puede decidir que la ración son 15ml y otro 21ml e incluso el mismo fabricante puede decidir el tamaño de una ración para el aceite virgen extra normal y otro para el enriquecido, por poner un ejemplo. El segundo inconveniente es que la ración puede ser engañosa. Es frecuente en las cajas de cereales que aparezca que la ración son 30g (como en la foto superior) pero aquellas personas que los consumen suelen hacerlo en cantidades mayores. Al fin y al cabo se les dice que coman cereales para tener energía de sus carbohidratos. Aunque 25g fuesen carbohidratos, tendrían 100kCal de energía procedente de este nutriente, lo cual carece de sentido. En la etiqueta mostrada más arriba el valor es ligeramente superior debido a las calorías aportadas por grasa y proteína.


Semáforo nutricional

Fuente: bbc.co.uk

Es un sistema ampliamente implantado en Reino Unido, aunque en España no. Se basa en la presentación de valores por ración pero aparece en el frontal del producto. Se trata de asignar un color del semáforo según la cantidad de un nutriente por ración. Así, si la cantidad de grasas es elevada, se le asigna un color rojo; si es moderada, ámbar, y si es reducida o nula, verde. Lo mismo para la cantidad de grasa saturada en concreto y también para otros nutrientes como azúcar o sal.

La idea de este gráfico es buena. Pretende que el consumidor sepa de antemano si algo es sano o no para su salud. Sin embargo resulta también engañoso. El jamón serrano llevaría asociado el rojo para la grasa y sal; el aceite de oliva virgen extra, para la grasa, y el mango, ámbar para el azúcar. ¿Significa esto que son productos poco saludables? No. El mensaje que se quiere transmitir es el de moderación, pero no podemos equiparar la grasa de la margarina con la del aceite antes mencionado. El rojo implicaría que sea algo a consumir una o dos veces por semana, pero no cabe duda de que una o dos raciones incluso diarias de este aceite pueden ser saludables según el contexto.

La Unión Europea trató de implantar este sistema como obligatorio, siendo la presión de los lobbies alimentarios lo que hizo que no saliera adelante. Aunque no soy muy amigo de la industria alimentaria, sí que la apoyo en este caso. Lo que hay que hacer, en realidad, es más simple, aunque no lo parece porque son unos cuantos pasos, pero lógicos:
1. Dejar de comer alimentos procesados. A pesar de todo lo explicado en estas entradas, la realidad es que no deberíamos necesitar las etiquetas porque todo lo que comamos sea natural, y creado con respeto.
2. Tener criterio. Por mucho que aparezca en verde todo el semáforo, no es buena idea optar por algo artificialmente bajo en grasa, cargado de edulcorantes y sin sal pero con infinito glutamato monosódico.
3. Informarse. Ver qué es lo que tu cuerpo necesita realmente, saber de dónde procede aquello que está en la estantería del supermercado, indagar en los supuestos beneficios de una afirmación publicitaria... Tenemos las herramientas y, si la duda acecha, mejor se queda en esa estantería.
4. No generalizar. Que algo sea rico en grasa no implica que sea sano o no. Incluso en productos similares, esto puede diferir. La grasa de una ternera de cría intensiva es perjudicial; la de una ternera que ha pastado al aire libre, más que recomendable.
5. Elegir comida frente a productos. Algo que viene en una caja no suele ser comida, sino un producto. Aunque puntualmente podamos darnos un capricho, nuestra cesta de la compra debería estar limpia de aquello que no sea comida. Personalmente prefiero una cesta totalmente limpia y que esos caprichos sean en un entorno social, como una cena entre amigos, donde no nos preocuparemos del tipo de aceite usado o si la salsa del pollo lleva gluten. Y en casa, a cumplir. Elijamos lo que la naturaleza nos da, no aquello que el hombre ha transformado porque cree que es más sabio que ella.


Para finalizar esta información sobre las etiquetas me gustaría comentar dos cosas más.

La primera es con respecto a las calorías. Tendemos a pensar que aquello bajo en calorías es más sano e incluso lo decimos: "coge ese, mejor, que tiene menos calorías". Esto es un engaño, iniciado por la creencia errónea de la simplificación "calorías almacenadas = calorías ingeridas - calorías gastadas". Esta creencia se ha perpetuado y existe de manera natural en nuestro día a día. Odiamos a las calorías. Sin embargo tenemos que tener en cuenta que no todas las calorías son iguales ni todas las fuentes de alimento son malas. Entre el blanco y el negro hay infinitos grises, también en nutrición. Y recordemos que necesitamos calorías para vivir.

La segunda idea está directamente relacionada con la anterior y es un ejemplo de cómo reaccionamos ante esta creencia. En una ocasión se hizo un experimento donde se ofreció a distintas personas un bol con M&M's y se les dijo que podían comer hasta que no quisieran más. A algunos se les ofrecían tal cual y a otros se les dijo que eran una variedad light y se pintaron de otros colores, más claros. A los que se le ofreció la segunda variedad acabaron comiendo la mitad más que los de la estándar. Honestamente he de decir que si me pillasen en mis horas bajas no les iban a llegar las muestras ni para empezar. Mi adicción al azúcar es fácil de desencadenar y me hace olvidar los frenos. Aún así, el experimento es representativo de cómo nos dejamos engañar por una etiqueta.

Conclusión final: entender una etiqueta puede ser complejo, pero es necesario. Lo mejor, sin embargo, es poder evitarlas. Esto se consigue optando por comida real, como la naturaleza la proporciona.

martes, 10 de septiembre de 2013

Entender las etiquetas en la alimentación: propaganda y composición



¿Lees las etiquetas cuando vas a la compra? Deberías hacerlo, aunque la información que contienen es de lo más complicado. Si necesitas un poco de ayuda, sigue leyendo.

En una etiqueta de producto hay varios tipos de información así que veamos con qué nos podemos encontrar.


Cubierta

Lo que vemos directamente de un alimento es su portada, a modo de cartel de venta. Es lo que nos resume su contenido, nos da un título. Puede ser del tipo "ensalada mixta" o simplemente llevar el nombre comercial si se trata de un producto elaborado. Además nos encontramos con otro tipo de informaciones. Es aquí donde debemos empezar a desconfiar. Afirmaciones como "natural", "sano" o "ayuda a reducir el colesterol" pueden (y generalmente así es) significar respectivamente "en algún momento estuvo en la naturaleza", "la sabiduría convencional lo considera sano porque contiene algún nutriente que es bueno para ti" o "incluye algún componente que en algún estudio demostró que reducía el colesterol o bien no incluye colesterol en sí mismo". Si analizamos más en profundidad tenemos que "natural" puede incluir el colorante rojo que se extrae de los fluidos de la cochinilla en un laboratorio. También "sano" puede referirse a cereales integrales cargados de azúcar y otros aditivos porque se compara con los refinados, considerados menos sanos. Y si vemos que dice que "ayuda a reducir el colesterol" puede referirse a que no afecta en absoluto a sus niveles o bien que se lo han eliminado. Siguiendo con este ejemplo podemos anunciar claras de huevo bajas en colesterol, ya que se encuentra únicamente en la yema. Me llama la atención una marca de margarina que asegura que regula el colesterol. No estoy poniéndolo en duda pero personalmente no comería margarina para regular el colesterol. Esta marca añade esteroles vegetales, aceite de maíz y soja (entre otros), sorbato potásico, vitaminas sintéticas y más. Pero ayuda a regular el colesterol.

Esto significa que no debemos fiarnos de lo primero que leemos. Cuando una información nos parece negativa es mejor no coger ese producto, pero si nos parece positiva debemos hacernos preguntas. Ante la duda, descartar. Y es mejor no fiarse de esta palabrería que casi siempre busca la forma de evitar la ley para poder decir lo que el fabricante desee. En la foto de la entrada se indica que ese postre de soja es saludable. Permíteme que lo dude.

También me sorprenden algunas marcas que anuncian que su producto contiene 2 de las 5 raciones diarias de fruta y verdura. Señores, las raciones de fruta y verdura se deben comer de la fruta y verdura, no de un zumo exprimido, concentrado, con azúcares añadidos, conservantes y colorantes. ¿Queda claro? Fruta y verdura, como la naturaleza nos la da.


Ingredientes

Casi nadie mira los ingredientes de lo que compra y esto es sorprendente. Incluso quien los lee no saca beneficio de hacerlo o ni los entiende.

Lo primero que debemos saber es que los ingredientes se listan por cantidad. Es decir, que el ingrediente que prime en la composición será el primero y, posteriormente, los demás por orden decreciente. Por ejemplo, en una confitura de melocotón encontramos, entre otros: melocotón, azúcar y ácido cítrico. Esto supone que la mayor parte es melocotón, pero que también lleva azúcar y lo que menos contiene es ácido cítrico. A veces ocurre que el azúcar es el primer ingrediente. ¡Esto es una auténtica locura!

En ocasiones creemos saber la composición de algo y no nos paramos a leer. Hay productos que compramos con frecuencia y no nos damos cuenta si cambian su composición, así que es recomendable consultar los ingredientes igualmente. De la misma manera, algunos productos pueden parecer muy simples pero no lo son. Un día, con prisa, podemos llevar un pollo asado para calentar al llegar a casa, asumiendo que es pollo y nada más. Al fijarnos podríamos descubrir que incluye aceites vegetales de lo menos recomendables, todo tipo de conservantes, potenciadores de sabor, E-xxx, azúcar (¡sí, azúcar en el pollo!) y quién sabe qué más.


Quizás creas que algunos ejemplos puestos aquí son exageraciones. Te aseguro que no. Te sorprendería saber todo lo que puedes encontrarte si lees las etiquetas. Y te animo a que cojas productos aleatorios y te fijes en la cantidad de ingredientes que contienen, en cuantos de ellos no conoces y cuantos se suponen que ni siquiera son necesarios.

Queda mucho por contar de las etiquetas. Será en breve.



Imagen: es.openfoodfacts.org

martes, 3 de septiembre de 2013

Personal faileo


Error. Fail. Ese podría ser el resumen de mi día y me ha dado por llamarlo igual que lo hacen los angloparlantes: faileo (de fail, "error" y "paleo").

Aunque empecé hace cosa de dos años, llevo unos cuantos meses de paleo estricto, exceptuando el Carnaval de Notting Hill y pequeños detalles en comidas sociales. En la medida de lo posible me gusta llevar las riendas de mi alimentación, me gusta hacer paleo y no necesito ni quiero meterle otras cosas al cuerpo, ¿para qué? Mi filosofía se sostiene sobre una comida que me hace sentir bien antes, durante y después de su consumo, que me satisface, noto que me nutre y me da estabilidad física. De la bebida ni hablo porque simplemente bebo agua, café y té.

Llevo varios días enfrentándome a una serie de proyectos que están ocurriendo y es que por fin las cosas empiezan a suceder. Sin entrar en demasiados detalles de repente me veo ante una especie de mezcla entre el reto de la hoja en blanco, un "diógenes" puntual y un miedo a avanzar o mirar atrás, sabiendo que tengo que hacer correcciones que implican destrozar trabajo ya hecho. Son todo pequeños ajustes muy a corto plazo. Intelectualmente suena bien, fácil, posible. Emocionalmente, aunque puede parecer estúpido, me está resultando muy complicado porque significa actuar de modo imprevisto y corregir un error. Soy defensor de esta idea y creo que rectificar es de sabios, solo que no me veo yo tan sabio...

Lo que ha ocurrido a raíz de todo esto es que he decidido echar mano de esa "comida" sin frenos, cargada de cereales, azúcar, grasas trans y otras lindezas. Sabía lo que pasaría. Sabía que no podría parar. Sabía que no era buena idea. Pero me justifiqué con el consabido "hoy lo necesito". ¡Mentira! No lo necesito. Comer por motivos emocionales es lo peor que podemos hacer. En este mundo neolítico podemos justificar nuestras elecciones alimenticias a través de nuestro humor, pero eso no es natural para nuestro cuerpo. Conozco la sensación de "hoy me hace falta esto" aunque realmente no la he tenido. Por suerte estoy desenganchado de esas cosas pero he buscado una justificación para posponer mi tarea y para encontrar una satisfacción fácil que sabía que no iba a tener realmente. De alguna manera aún persiste en mí la idea de esa satisfacción de la comida basura. Es algo aprendido durante muchos años y con lo que cuesta luchar.

Esta historia tiene una parte positiva. Hace unas horas he parado por fin. Físicamente no me siento especialmente bien pero tampoco me siento mal, como antes de decir "¡basta!". En ese momento estaba sin energía, con ganas de dormir, hinchado, incómodo, aletargado pero con el pulso acelerado (por supuesto después del subidón inicial "¡esa peñaaaaaaaaaa!, ¡yujuuuuuuuuuuuuu!"). A estas horas mi cuerpo ya ha entrado en modo [te has pasado tres pueblos y *"·$%"·*&"·$%2·*//W$%%%%*"·$] y me manda mensajes de "¿qué he hecho para merecer esto?"Mañana sé que me encontraré bien. Desde luego soy un afortunado que se puede permitir estas cosas, lo cual no implica que lo vaya a hacer rutinariamente.

Ahora seguiré con esos proyectos. Me tienen encantado, estoy ilusionado, veo que marchan y que me demandan mucha energía, tiempo y, sobre todo, pensamientos. Estas cosas están todo el día en mi cabeza y de ahí que por ocasiones me frustren un poco. Además no estoy especialmente habituado a los procesos creativos, los tengo un poco oxidados y van arrancando a base de percutir las neuronas.

Esta entrada no la he escrito como una queja, sino como un recordatorio de que esto ocurre y es bueno darls importancia porque al final solo nos acordamos de lo positivo. Dar énfasis a los buenos recuerdos es indispensable para nuestra felicidad, ánimo e incluso supervivencia, pero necesitamos ciertas notas mentales en cuanto a "desaprender" se refiere. He aquí una.

Otra cosa que he aprendido, o más bien recordado, es la sensación de la comida neolítica. Ese rico cruasán, ese fundente helado, ¡son engaños! Pase probar un bocado de vez en cuando, pero no es para mí. No son sabores ricos, sino hiperestimulantes. Es como una foto de Instagram, con el contraste al máximo y un filtro de locura. No es una captura real del momento, igual que estas comidas no son comida de verdad, sino una exageración. Al igual que la foto acaba con un resultado espectacular, también aquí tenemos un espectáculo gustativo. Veo en los comentarios de la gente, en MasterChef y en las críticas de restaurantes que lo que importa de la comida es el sabor. Bueno, eso es relativo, y espero escribir pronto al respecto. Lo importante es lo que esa comida nos aporta, incluyendo el sabor pero también otros factores. ¿Cómo nos hace sentir después de un rato? ¿Qué beneficios a largo plazo nos ofrece? ¿Es adictiva? Evaluar estas preguntas, reeducarnos y buscar un equilibrio basado en lo natural debería ser la norma.

También quiero recalcar algo que a menudo comentan las chicas del podcast de Balanced Bites: el perfeccionismo paleo. Suelen decir que no creen en ello, que nadie sigue la dieta al 100% y que además no tiene sentido. Sin llegar a la regla del 80% de Mark Sisson, en el mundo actual no podemos ser 100% paleolíticos. Si es por problemas de salud lo mejor es rozar ese número pero de lo contrario es mejor no dejar que lo perfecto sea enemigo de lo bueno. Al final se trata de optimizar nuestras posibilidades y hacerlo lo mejor que sepamos, sin que esto sirva a su vez como excusa. Intentaré seguir en esa especie de 99% desde hoy mismo, ¡no desde mañana!

Espero que esto pueda ayudar a alguien, porque generalmente las historias personales nos hacen empatizar aunque cada persona sea diferente. Yo, desde luego, necesitaba escribirlo y necesitaba decir "perdóname Robb Wolf, porque he pecado". Sí, como una perra.

Volviendo al modo [Shine bright like a diamond] en 3, 2, 1. Nota para Rihanna: si supieras el daño psicológico que me has hecho con esa frase, estarías arrepentida bajo tu paraguas (aguas, aguas). Na-na-na come on!!!

lunes, 2 de septiembre de 2013

Crossfit: Mi historia. ¿Por qué lo practico? ¿Cómo acabé aquí?


Tras haber explicado las bases y entrenamientos del CrossFit, así como sus ventajas y dónde se practica, me parece justo explicar mi historia.

Hace algunos años que empecé a entrenar en un gimnasio, concretamente el Imperial, en Getafe. Allí, gracias al apoyo de buenos monitores, aprendí un poco de nutrición y un mucho de técnica. Lo primero pude seguir aprendiendo por mi cuenta, pero la técnica se trabaja día a día.

Que alguien te prepare una tabla adecuada, te preste atención, te resuelva dudas y te diga "¡pero pon más peso, hombre, que eso lo levanta mi abuela!" o "eso está tan cargado que casi no te mueves, ¡no estás haciendo nada!", bueno, eso es la diferencia entre todo o nada. Sobre todo cuando eres novato es importante hacer las cosas "despacito y con buena letra". Resumiendo, allí aprendí mucho. Tanto, que cuando empecé con esto de CrossFit, el entrenador me decía "bonita sentadilla" (en inglés no suena tan "mariconada") y eso significa mucho: es empezar con los deberes bien hechos. ¿Te imaginas tener que reaprender algo que has hecho mal durante años? Así que quiero reivindicar el trabajo bien hecho (y casi siempre poco valorado) de los buenos monitores de gimnasio. Fichar por un gimnasio donde nadie te corrige y evalúa con criterio no tiene sentido a no ser que seas un usuario avanzado, y quizás ni así. Pagar 15 euros menos al mes por ir a un sitio con estas carencias no vale la pena. Y además hay otros usuarios que te pueden ayudar pero en realidad muchas veces es al contrario.

La siguiente parte de la historia tiene un poco que ver con la última aclaración. Aquí en Londres empecé a ir a un gimnasio donde sí había monitores y además estaban preparados. Cada 6 semanas tenías derecho a una sesión gratuita con uno de ellos, reservando con antelación. En esa sesión te evaluaban, te preparaban una tabla, te sugerían el peso a cargar y observaban tu ejecución. Suena bien, ¿verdad? En realidad, no tanto, ya que aunque tenías a esa persona al 100% para ti durante una hora, no volvías a verle el pelo hasta la siguiente sesión. Así es que había tantas personas que entrenaban tan sumamente mal.

Llegó un punto en el que me di cuenta que yo mismo iba perdiendo interés en los entrenamientos. No era una pérdida brutal, no había grandes síntomas, pero a veces me decía a mí mismo "hoy voy a poner un poquito menos de peso" o "ya no puedo hacer una repetición más" (sin intentarlo realmente). Esas pequeñas cosas, unidas a lo comentado más arriba y a una lucha por insertar las rutinas dentro de mis variados horarios de trabajo, hicieron que mi rendimiento bajase un poco. Aunque la motivación seguía ahí, detectaba un pequeño pasotismo que no me gustaba nada. Sí, podía seguir avanzando, pero los pasos eran cada vez más pequeños. Mala idea.

Por otro lado, el CrossFit me había llamado la atención desde hacía mucho tiempo y cada día pensaba más en esa posibilidad. Al igual que la paleodieta, simplemente tenía sentido. Me enteré de que habían abierto un box más o menos cerca de mi casa así que no lo dudé. Fui a una sesión explicativa y acabé por apuntarme.

Quizás pienses que los gimnasios no valen la pena. El mensaje no es ese. El mensaje es que depende de muchas cosas. En mi caso, la propia evolución de los entrenamientos me llevó a este punto. No creo que hubiera tenido el valor de empezar sin haber tenido el historial previo. Aunque soy sociable, no soy social; me refiero a que disfruto con la gente pero no busco entrar en los grupos, soy bastante independiente para los entrenamientos y me daba un poco de miedo meterme en esto, añadiendo además la barrera idiomática. Si no hubiese ganado la seguridad y experiencia que me dieron el gimnasio y las clases en grupo, no me vería capaz de dar el paso. Ahora, sin embargo, me alegro enormemente de que haya ocurrido.

En estos momentos estoy todavía en una especie de fase introductoria a la que llaman Elements. Aunque todos los días hay un entrenamiento diario, lo importante durante esta fase es familiarizarse con los movimientos y las herramientas, ganar seguridad, mejorar las marcas y conocer a la gente con la que te rodeas, así como a los entrenadores. Posteriormente se empieza con lo que es el entrenamiento en sí, el WOD o Workout Of the Day ("Entrenamiento Del Día"), elegido de entre una serie concreta de entrenamientos y que combina unos cuantos ejercicios ejecutados de una manera determinada y centrados en mejorar, por ejemplo, el número de repeticiones o el tiempo que se tarda en hacerlas.


Tienes más información de todo lo que te he contado en la página oficial de CrossFit.


Por supuesto que esta no es la única posibilidad de entrenamiento. Lo digo siempre, pero es verdad: cada persona tiene su historia, características y preferencias. Aunque para mí esta alternativa es la más adecuada, algunos/as preferirán un gimnasio de los de siempre, un entrenamiento más específico y otros/as algo más sencillo. Hay también otras disciplinas en la comunidad paleo como pueden ser MovNat o varios centros que imparten sus propias variaciones de Primal Fitness. Si te interesa alguna de las alternativas, mira lo que hay cerca de ti, infórmate, compara y elige.